CONSUMISMO, POLÍTICA Y TRABAJO
Una sociedad capitalista regida por el cambio
MARÍA RELAÑO ALBEROLA
Richard
Sennet, Anagrama (2006). La cultura del
nuevo capitalismo.
El
sociólogo estadounidense Richard Sennett repasa en su ensayo “La cultura del
nuevo capitalismo” cómo la fragmentación de las instituciones ha dado lugar a
una fragmentación de la cultura. El libro habla de una sociedad capitalista
cambiante en la que los individuos no pueden dedicarle tiempo a su trabajo y donde
predominan las relaciones a corto plazo.
La
Universidad de Yale invitó en el año 2004 a Richard Sennett a dar tres
conferencias sobre las investigaciones que había comenzado a mediados de los
noventa relacionadas con el trabajo en la sociedad capitalista moderna y sus consecuencias
para los trabajadores. Las “Castle Lectures” del año 2004 trataban sobre ética,
política y economía. El objetivo era hacer reflexionar sobre las implicaciones
morales de la sociedad y del gobierno en una sociedad moderna compleja. Entre
los ponentes destacaron Robert Pippin, Francis Fukuyama o Robert Dahl. La
primera publicación de Richard Sennett relacionada con el trabajo fue “La corrosión del carácter” (1998),
cuatro años después “El respeto sobre la
dignidad del hombre en un mundo desigual” y “La cultura del nuevo capitalismo” en el año 2006. Recientemente ha
publicado “The Craftsman” (2008) y “Together: The Rituals, Pleasures and
Politics of Co-operation” (2012), también en el mismo sentido.
El
autor describe una sociedad capitalista que evoluciona a partir de los años
sesenta y conlleva la fragmentación de las instituciones y de la cultura. Los
años noventa se convierten en la década ideal del nuevo capitalismo, es la
época de la industria de la alta tecnología, los servicios financieros y los
medios de comunicación. Todos estos cambios hacen que la sociedad adopte una
mentalidad a corto plazo, y esto afecta también a las concepciones del
gobierno. La sociedad ya no es estable, habla de una sociedad cambiante en la
que los trabajadores se ven obligados a moverse de un sitio a otro en busca de
trabajo. El desarrollo de una sola habilidad bien hecha se convierte en algo
del pasado, y a esto mismo, al pasado, renuncian los miembros de una sociedad
consumista que cambian lo viejo por lo nuevo. A finales del siglo XX los
accionistas toman el poder en las grandes compañías, la banca mercantil se hace
internacional y aparecen nuevas tecnologías en el campo de la fabricación y la
comunicación como el correo electrónico. Las empresas necesitan reinventarse,
tienen que ser dinámicas y resultar atractivas para los inversores. Esta nueva
sociedad capitalista es abrumadora, estresante, dinámica e inestable debido al
frenesí de los mercados o el auge y el derrumbe de las fábricas, entre otros
muchos motivos.
A
lo largo del libro nombra a varios pensadores que tienen teorías relacionadas
con la nueva cultura. Uno de ellos es Zygmunt Bauman y su concepto de modernidad líquida. También Karl Marx y
su anhelo de lo rural frente a la inestabilidad material y mental en la
industria, el mundo desenfrenado de las finanzas y la migración de los
trabajadores. Richard Sennett expone dos tipos de organizaciones sociales: el
capitalismo social militar y la pirámide weberiana. El primero se basa en el
modelo militar de la Alemania de Otto Von Bismark, en él es posible un
pensamiento a largo plazo, como la compra de una casa o la planificación de las
etapas de una carrera. El segundo es un modelo liberal de producción, una pirámide
con las funciones definidas para aumentar la competencia y la eficiencia. Este
modelo dominó muchas organizaciones durante el siglo XX, es la llamada jaula de
hierro nacional. En este punto el autor da su opinión, cree que el legado de
Bismark y Weber es el tiempo organizado y que el capitalismo social es frágil.
Richard
Sennett analiza las relaciones laborales y hace énfasis en el abandono del
trabajo artesanal y la necesidad de adaptarse a varias habilidades en lugar de
centrarse en una y hacerla bien. Introduce el concepto de organizaciones
flexibles. Se refiere a las empresas en las que sus empleados deben adaptarse a
las circunstancias, deben ser tolerantes y no aferrarse a su puesto. Esto
ocurre especialmente con el trabajo temporal, que para el sociólogo produce
estrés a los trabajadores al tener un futuro impredecible. Otro problema que
plantea en la nueva sociedad capitalista es la desigualdad, se refiere a los
salarios y a la desaparición de las capas intermedias que provocan una
distancia social entre el sector más alto y el más bajo. Expone la creencia de
que todo esto ha dado lugar a tres problemas sociales en el trabajador: una
baja lealtad institucional, la disminución de la confianza informal entre
trabajadores (es decir, lo que cada uno sabría hacer bajo presión y no lo que
pone en su contrato) y el debilitamiento del conocimiento institucional (el
conocimiento está en la parte más baja de la empresa y son los primeros en ser
despedidos). A su vez, estos tres problemas dan lugar a las instituciones de
vanguardia, según Sennett, empresas con autoridad y débil poder centralizado.
Pero plantea dos problemas, en este tipo de instituciones se pierde la
gratificación diferida y el pensamiento a largo plazo.
Otro tema
que preocupa bastante a Sennett es la política de consumo en dos sentidos: el
ciudadano como consumidor de bienes y también de política. Culpa a las nuevas
formas de mercado que hacen que el consumidor no piense como artesano, sino que
busque la mayor comodidad. Richard Sennett corrige a Marx en su definición del
consumidor como un coleccionista de tesoros que acumulaba bienes, para él no es
así, éste renuncia a ellos. Es el pensamiento que describía anteriormente del
desprendimiento del pasado, los logros del pasado ya no importan. Habla del
fenómeno de las marcas, cómo un producto básico incrementa su precio resaltando
las diferencias. En cuanto a la potencia, en esta nueva cultura dice algo
verdaderamente cierto, siempre queremos lo más potente, los ordenadores más
potentes, los coches más potentes… Aunque nunca usaremos toda la memoria de ese
ordenador ni llegaremos a la máxima velocidad de ese coche. El ciudadano como
consumidor es característico de la cultura capitalista, el autor le llama
consumidor-espectador-ciudadano, ya que desea lo que todavía no tiene.
Establece
una comparación entre la política moderna y las marcas. Caracteriza la política
como pro-empresarial, de inclusión social y ambivalente en cuanto a la
inmigración. Pone como ejemplo los parecidos entre los partidos de Ronald
Reagan y Bill Clinton en EEUU, que únicamente resaltaban las diferencias.
Afirma que no existe una confianza en la clase política y aquí entra en el tema
del progresismo dando su opinión. Para él una buena organización política
progresista se basa en un proyecto común de los ciudadanos. También cree que un
Estado progresista debería pagar a quienes cuidan a los ancianos o las madres
que cuidan a sus hijos, ya que a su juicio se confunde la utilidad doméstica
con el altruismo. Y argumenta que la cultura moderna no es progresista porque
el interés es individual en vez de colectivo, por la forma de modelar el tiempo
o por la pasión por el consumo.
Finalmente propone una solución ante
tanta inestabilidad producida por el cambio, crear un “ancla cultural”. Para
ello son necesarios tres valores: el relato, la utilidad y el espíritu
artesanal. El relato es una conexión narrativa en el trabajo, lo define como
“experimentos culturales que aumentan la capacidad de las personas para
interpretar su experiencia”. Toda persona necesita sentirse útil, tener un
estatus. Sennett cree que si los políticos consideraran la utilidad como un
bien público desaparecería el fantasma de la inutilidad. Y por último el
espíritu artesanal, que para él es el desafío más radical. “Hacer bien algo por
el simple hecho de hacerlo bien” sin obtener nada a cambio. Significa
compromiso, y esto es imposible en las instituciones porque no existe lealtad.
La postura contraria a la sociedad
moderna capitalista que describe el libro es la de la Nueva Izquierda que surge
en los años sesenta del siglo XX y que redactó en 1962 la declaración de Port
Huron. Está en contra de la burocracia, es severa con el socialismo de Estado y
las multinacionales, con el control económico centralizado, con los planes
quinquenales, con los empleos de por vida y con las instituciones del
bienestar. La Nueva Izquierda cree que la maquinaria militar es autodestructiva
y desea que la burocracia se desgaste desde dentro. En cierto modo con el
tiempo ocurrió y tuvo lugar una separación de la autoridad y un debilitamiento
de la lealtad a las instituciones. Sin embargo, la burocracia se reorganizó con
la tecnología, las finanzas, los medios de comunicación y la mercadotecnia.
Richard Sennett confiesa: “¡Yo era uno de esos soñadores juveniles!”.
A lo largo de la lectura es fácil
sentirse identificado con las personas o situaciones que el sociólogo describe,
pero que quizás no nos paramos a analizarlas fríamente en nuestro día a día. Por
ejemplo en el tema de la potencia, siempre queremos comprar cosas sin límites,
aunque luego no lo vayamos a usar (coches, ordenadores, ipod…). Y no nos
paramos a pensar en que hace años se vivía con unos zapatos, y si se
estropeaban se llevaban a arreglar, pero nunca se tiraban. Este espíritu
consumista es algo demasiado normal en nuestras vidas. Al igual que todo lo que
describe, la movilidad en el trabajo, la capacidad para adaptarse de un puesto
o a otro. Hoy en día las carreras universitarias tienen varias salidas
profesionales, no salimos preparados para hacer una determinada tarea. Y todo
esto nos lo venden como libertad de elección. Podemos decidir qué hacer con
nuestra vida, dónde trabajar y qué comprar. ¿Pero es verdaderamente así o
estamos subordinados a esta sociedad moderna en la que creemos que somos libres
pero no lo somos? Para Richard Sennett el trabajo, el talento y el consumo no
dan la libertad y él cree que “tal vez la rebelión contra esta cultura
debilitada constituya nuestra próxima nueva página de la historia”.
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