lunes, 27 de febrero de 2012

EL DESCUARTIZADOR DE CÁDIZ

Tras dos semanas de minuciosa preparación, Juan Martín Montañés apuñaló y posteriormente descuartizó a su amigo Javier Suárez Samaniego.

Javier Suárez Samaniego, hijo del arquitecto gaditano José Luis Suárez Cantero, era un joven inteligente y tímido. Estudiaba empresariales en la Universidad de Cádiz y tenía un buen amigo del instituto de Cortadura, Juan Martín Montañés, al que visitaba con frecuencia. 

Juan era un hombre culto, de manos huesudas, aficionado a la lectura de textos religiosos, con conocimientos de derecho y estudiante de Medicina. Poseía un coeficiente intelectual superior a la media. Hijo de un subinspector de policía jubilado, decidió emanciparse pero continuaba dependiendo económicamente de sus padres. Vivía en un bloque de viviendas de verano en la calle Villa de Paradas (Cádiz). Según la policía su apartamento tenía pocos muebles, no estaba muy ordenado, tenía muchas hojas con poesías y reflexiones sobre la vida y la muerte, equipos de música... Todo era normal, excepto el bote con las manos de su amigo Javier en formol que encontraron en la vivienda.

DÍA DE LOS HECHOS (21/01/1989)

A las cuatro y media de la tarde Javier salió de casa a dar un paseo en bici y se encontró con Juan. Éste le dijo que le acompañara a montar una mesa de ping-pong que acababa de comprar y Javier aceptó. Ambos fueron al apartamento y una vez allí Juan le propuso realizar una prueba acústica de un equipo de música. Para ello debería sentarse en una silla con los ojos tapados. En ese momento Juan cogió la pata metálica de una mesa que había rellenado con arena y le golpeó la cabeza. Javier cayó al suelo pero todavía seguía vivo. Dados sus conocimientos de medicina, le clavó un cuchillo entre la tercera y la cuarta costilla, con intención de llegar al corazón. Tras otro segundo intento fallido, le acuchilló varias veces hasta romper el arma. Una vez muerto, le tapó la cabeza con una bolsa de plástico y lo metió en la bañera, donde empezaría la “operación de su vida”. 

Tras limpiarse la sangre, Juan se sentó a escribir una carta a los padres de Javier en la que les pedía 12 millones de pesetas. Deberían ingresarle en una caja de ahorros medio millón cada semana si querían que su hijo siguiera vivo. Si incumplían recibirían un dedo cada semana. 
Tras enviar la carta, troceó el cuerpo de su amigo y guardó sus manos en frascos de formol para enviárselos a la familia si el dinero no era ingresado. 

PUNTA DE SAN FELIPE (22/01/1989)

Simulando que hacía deporte, Juan hizo tres viajes a la Punta de San Felipe, situado en el puerto. En una mochila llevaba los restos de Javier. Los echó al agua de la laguna con la esperanza de que los escombros cubrirían las bolsas con el cadáver. El padre de Javier puso una denuncia y en la lista de sospechosos que elaboró no constaba su amigo Juan, al que la familia apreciaba y consideraba el mejor amigo de Javier.

DOS DÍAS DESPUÉS (23/01/1989)

La bicicleta de Javier apareció a las afueras de la ciudad. El padre de Javier ingresó el dinero indicado en la cuenta corriente de la caja de ahorros tal y como el secuestrador le había indicado.

EL DÍA DEL ARRESTO (30/01/1989)

Después de once días Juan hizo tres extracciones en distintos cajeros. La tercera de ellas fue a las 10.30 del lunes. Tras introducir la tarjeta en una entidad bancaria de la Plaza de San Antonio, fue detenido. El asesino asumió fríamente que había matado a su amigo en el momento de la detención. En el registro de su domicilio encontraron manchas de sangre en las paredes y una fiambrera con formol, dentro de ella estaban las manos de Javier. 

APARICIÓN DEL CADÁVER (31/01/1989) 
Los submarinistas de la Guardia Civil, tras nueve horas de búsqueda, encontraron al día siguiente de la detención las cinco bolsas que contenían distintas partes del cuerpo de Javier. El propio asesino reconoció en el interrogatorio que había depositado allí el cuerpo. Los restos se encontraban a seis metros de profundidad.

EL DESENLACE
       
Los motivos que llevaron a Juan a asesinar a su amigo no se llegaron a averiguar, para algunos su objetivo era conseguir el dinero. De hecho, no era la primera vez que enviaba cartas amenazantes. También lo había hecho con el dueño de un supermercado situado cerca de la casa de sus padres. Su botín fue de 35.000 pesetas, pero esto solo era el principio de su operación. 
Durante el interrogatorio, Juan hablaba sin parar del destino. Para él todo había sido cosa del destino, no había hecho nada por esconderse, el destino había llevado a los policías hasta él. No hubo ningún tipo de arrepentimiento, se mostraba frío en todo momento. Según el informe, Juan fue descrito como una persona con “personalidad narcista, afán de notoriedad y egocentrismo” al mismo tiempo que hablaba de una posible homosexualidad no reconocida. Más tarde se supo a través de  sus compañeros que le gustaba diseccionar animales. El único motivo por el que sentía la más mínima sensibilidad era por el daño causado a sus padres. 
Le condenaron a 36 años de cárcel y no ha cumplido ni la mitad de esa condena. El 21 de junio de 2004 salió de la prisión Madrid 6, situada en Aranjuez. La sentencia asignaba 28 años por el asesinado, cuatro por falsificación de documentos y cuatro por amenazas. En 1992 se llevó a cabo una primera proyección de su caso que estimaba que saldría de la cárcel en el año 2025, es decir, con 57 años. La proyección del año 1996 estimaba que sería en 2007. Finalmente fue antes de lo pensado. Pese a estar en libertad, no puede entrar en la ciudad de Cádiz. La sentencia ha sido reducida por buen comportamiento y la realización de trabajos para la comunidad. Además, en los 15 años y seis meses que estuvo en prisión se sacó dos carreras.

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